por Joseph Pearce para The Imaginative Conservative (Enero de 2016).
Como
muchos otros, encuentro algo perturbadora la reciente Conferencia sobre Cambio
Climático de las Naciones Unidas. Y, como no mucha gente, mi preocupación tiene
poco o nada que ver con el cambio climático en sí mismo. Si el calentamiento
global está sucediendo realmente o no, y si está sucediendo, si ello es por la
contaminación generada por el hombre, es un asunto interesante y, de hecho,
importante. Sin embargo, existe otro peligro que la Conferencia de la ONU
destacó que sería peligroso para nosotros subestimar, esto es el peligro de un
Gobierno Mundial aún en embrión que está desarrollándose ante nuestros ojos.
Cuanto más poder y espacio se le da a las Naciones Unidas, o que ella se toma
para sí, tanto más cerca estamos de un mundo en el que nosotros, como
individuos, no tengamos libertad política.
Una
de las más grandes amenazas para nuestra libertad es el problema de la
progresiva centralización del poder en formas cada vez más grandes de gobierno
que están cada vez más alejadas de la gente y que cada vez menos responden, en
la práctica, a la voluntad de la gente. En otras palabras, poniendo el asunto
en términos toscos, el mundo en el que vivimos se está haciendo progresivamente
menos democrático a medida que su gobierno se hace progresivamente más grande.
Así, por ejemplo, la progresiva centralización de poder en entes
supranacionales, tales como la Unión Europea o las Naciones Unidas, representa
una salida desde una genuina democracia hacia una tiranía globalista en la cual
las masas plebeyizadas sean efectivamente menos poderosas, sin importar si
tienen el derecho a votar en elecciones cada vez menos significativas.
El
mismo principio se aplica mucho más cerca en la centralización progresiva del
poder en manos del cada vez más grande gobierno nacional, que continuamente y
habitualmente usurpa los derechos de las familias y las comunidades locales en
su obsesiva y maníaca búsqueda de imponer su ideología todo terreno a todos.
Para
hacer las cosas aún peor, estos gobiernos monstruosos son asistidos y alentados
en su usurpación de poder por entes económicos supranacionales, como el Banco
Mundial, el Fondo Monetario Internacional y las grandes corporaciones globales,
cada una de las cuales trabaja con las instituciones políticas supranacionales
para “armonizar” el mundo de una manera en que el Gran Gobierno y el Gran
Negocio gobiernen el nido para su mutuo beneficio y a expensas de la libertad
política de la gente ordinaria.
Frente
a tal alianza nada santa de poderes megalíticos sería fácil bajar los brazos
desesperados o levantar las manos para rendirse. Y aún así no hay necesidad
realmente de hacerlo. Los enemigos de la libertad pueden ser poderosos pero sus
amigos no son para nada débiles. En vez de bajar los brazos y levantar las
manos, simplemente tenemos que empezar a ponerlos en nuestros bolsillos de modo
que podamos soltar el poder que aún guardamos en nuestra billetera. Tenemos que
educarnos y educar a otros para ver cada peso que gastamos de manera correcta
es un voto por el tipo de mundo en el que queremos vivir, del mismo modo en que
cada peso gastado de forma incorrecta es un voto por la clase de mundo en la
que nos encontramos. De hecho, cada peso que gastamos es más poderoso que
nuestro voto, ya que un peso nos garantiza que obtengamos aquello por lo que
pagamos mientras que un voto no nos garantiza que nos den aquello por lo que
votamos. En otras palabras, cada vez que metemos las manos en nuestros
bolsillos estamos excavando en busca de nuestra libertad o nos estamos
enterrando en nuestra tumba política, dependiendo de si gastamos como sabios o
como tontos.