Traducción al castellano de la presentación de John Medaille: "I shop therefore I am".
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Foto: Ditchling en la década de 1920
miércoles, 18 de junio de 2014
viernes, 6 de junio de 2014
Los juegos del hambre y la creación del capitalismo
Lo que dice este artículo a modo de reseña de un nuevo libro es importantísimo. No miren quién lo dice (es una web marxista), sino lo qué dice. Desde un punto de vista diametralmente opuesto, autores liberales dicen exactamente lo mismo (claro que justificando todo esto). Y, curiosidades de la vida, también autores más progres, como los autores de "Why nations fail" (D. Acemoglu & J. A. Robinson), que llegan a dedicar capítulos enteros a cómo el capitalismo naciente expulsó violentamente al campesinado y la población rural para volcarlos al mercado del salariado como mano de obra barata y hacinarlos en las ciudades en pocilgas inhumanas.
La Invención del Capitalismo: De cómo un campesinado
autosuficiente fue arrastrado hacia la esclavitud asalariada industrial
por Yasha Levine *
“…todos excepto los idiotas saben que las clases bajas deben ser mantenidas en la miseria o nunca serán industriosas.”
—Arthur Young; 1771
El conocimiento económico vulgar dice que el capitalismo es
sinónimo de libertad y sociedad libre, ¿correcto? Bueno, si alguna vez sospechó
que la lógica de esto no cierra, entonces le recomiendo que revise un libro
intitulado La Invención del Capitalismo
(The Invention of Capitalism), escrito por un economista e historiador llamado
Michael Perelman, que se encuentra exiliado en Chico State, una pequeña
universidad rural en California, debido a su falta de cariño hacia el mercado
libre. Y Perelman ha dedicado su tiempo en el exilio para un muy buen uso,
excavando en la obra y la correspondencia de Adam Smith y sus contemporáneos
para escribir una historia de la creación del capitalismo que va más allá de
los cuentos de hadas superficiales sobre La
Riqueza de las Naciones y se dirige a las fuentes, permitiéndole leer a los
primitivos capitalistas, economistas, filósofos, clérigos y estadistas en sus
propias palabras. Y no son lindas…
Algo que los registros históricos dejan perfectamente en
claro es que Adam Smith y sus amigos del laissez-faire
eran un grupo de cripto-estatistas, que necesitaban de políticas brutales del
gobierno para convertir al orgulloso campesinado inglés en una dócil fuerza de
trabajo capitalista que aceptara la esclavitud asalariada.
Francis
Hutcheson, de quien Adam Smith aprendió todo sobre las virtudes de la libertad
natural, escribió:
“Es la principalísima intención de las leyes civiles endurecer, mediante políticas penales, las leyes de la naturaleza. … El populacho necesita ser instruido, y forzado por la ley, acerca de los mejores métodos para manejar sus asuntos y ejercitar las artes mecánicas.”
Sí, a pesar de lo que le hayan enseñado, la transición hacia
la sociedad capitalista no se dio natural o tranquilamente. Verá, el
campesinado inglés no estaba dispuesto a renunciar a su modo de vida rural y
comunal, dejar sus tierras e ir a trabajar por salarios por debajo del nivel de
subsistencia en fábricas sucias y peligrosas, levantadas por una nueva clase de
ricos capitalistas terratenientes. Y tenían sus buenas razones.
Según las estimaciones del propio Adam Smith acerca de los
salarios industriales de su tiempo en Escocia, un obrero debía trabajar más de
tres días enteros para poder comprar un par de zapatos hechos industrialmente. Cuando
podrían haber hecho sus propios zapatones tradicionales con el cuero de sus
propios animales en cuestión de horas y pasar el resto del tiempo tomando
cerveza. No había mucho que decidir, ¿no?
Pero para que el capitalismo funcionara, los capitalistas
necesitaban de un depósito de trabajo barato y productivo. ¿Qué hacer entonces?
¡Llamar a las fuerzas del orden!
Enfrentados a un campesinado que no estaba dispuesto a
desempeñar el papel de esclavo, filósofos, economistas, políticos, moralistas y
grandes empresarios comenzaron a exigir la intervención del Estado. Con el
tiempo, lograron que se sancionara una serie de leyes y normas designadas para
empujar a los campesinos fuera de lo viejo y soltarlos en lo nuevo, destruyendo
sus formas tradicionales de vida autosuficiente.
“Los actos brutales realizados con el fin de despojar a la
mayoría de la población de sus medios de autosuficiencia parecen completamente
ajenos a la reputación de laissez-faire
de la economía política clásica”, escribe Perelman. “En realidad, el despojo de
la mayoría de productores a pequeña escala y la construcción del liberalismo
están íntimamente conectados; tanto que Marx, o al menos sus divulgadores,
llamaron a esta expropiación de las masas ‘acumulación primitiva’.”
Perelman subraya las muy distintas políticas por medio de
las cuales los campesinos eran forzados a abandonar la tierra —desde la
imposición de las llamadas Leyes del Venado que prohibían a los campesinos
cazar, hasta la destrucción de la productividad campesina al subdividir las
tierras comunales en terrenos mínimos— pero por lejos las partes más
interesantes del libro son cuando podemos leer a los colegas protocapitalistas
de Adam Smith quejarse de la independencia y confort de los campesinos no
permitiendo su apropiada explotación, y las formas en que se las ingeniaron
para forzarlos a aceptar una forma de esclavitud asalariada.
Este panfleto, por ejemplo, captura la actitud general del
grupo hacia los campesinos autosuficientes y exitosos:
“La posesión de una vaca o dos, con un cerdo y unos pocos gansos, naturalmente agradan al campesino. … Paseando su ganado, éste adquiere el hábito de la indolencia. Un cuarto, medio y, ocasionalmente, todo un día se pierden imperceptiblemente. El día laboral se hace desagradable; su aversión se incrementa con la indulgencia. Al final, la venta de un ternero o de un cerdo, logran los medios para agregar la falta de moderación a la vagancia.”
Otro panfleto agregaba:
“No puedo concebir una mayor maldición para el pueblo que ser arrojado a un terreno, donde la producción de comida y otros medios de subsistencia son, en gran medida, espontáneos, y donde el clima requiera o admita pocos cuidados en la ropa y la vivienda.”
John Bellers, un “filántropo” cuáquero y pensador económico,
vio en los campesinos independientes el gran impedimento para el plan de forzar
a las gentes a meterse en fábricas-prisiones en las que vivirían, trabajarían y
arrojarían ganancias del 45% a sus dueños aristocráticos:
“Los bosques y las tierras de labranza comunales hacen de los pobres que están en ellos algo así como los indios, siendo un impedimento para la industria y la cría de la vagancia y la insolencia.”
Daniel Defoe, el novelista y comerciante, notaba que en la
Tierras Altas escocesas “la gente tiene demasiadas provisiones. … El venado abunda
y en todas las estaciones jóvenes y adultos los matan con sus armas donde los
encuentran.”
Para el botánico Thomas Pennant, esta autosuficiencia estaba
arruinando a la población productiva:
“Los modos de los highlanders nativos pueden resumirse en estas palabras: indolentes en un alto grado, a menos de que sean convocados a la guerra o animados por las fiestas.”
Si tener el estómago lleno y la propiedad de tierras
productivas era el problema, entonces la solución pasaba por expoliar a estas
muchedumbres vagas e informes, dejándolos sin tierras y haciéndolos pasar
hambre.
Arthur Young, un escritor popular y pensador económico
respetado por John Stuart Mill, escribió en 1771, “…todos excepto los idiotas
saben que las clases bajas deben ser mantenidas en la miseria o nunca serán
industriosas.”
Sir William Temple, politico y patron de Jonathan Swift,
estaba de acuerdo y sugería la creación de altos impuestos a la comida que
impidieran una vida de “desidia y disipación” en las clases obreras.
Temple también recomendaba que ya desde los cuatro años los
niños trabajasen en las fábricas, agregando “gracias a esto esperamos la
crianza de una generación que estará tan acostumbrada al empleo constante que
se les hará agradable y entretenido trabajar”.
Pero algunos pensaban que un
niño de cuatro ya era demasiado viejo. Según Perelman, “John Locke, con
frecuencia recordado como un filósofo de la libertad, exigía comenzar la vida
laboral a la edad de tres”. El trabajo infantil también entusiasmaba a Defoe,
quien se regodeaba pensando que “los niños de cuatro o cinco años… pudiesen
también ganar su propio sustento”. Pero nos estamos yendo de tema…
También David Hume, el gran humanista, creía que la pobreza
y el hambre eran experiencias positivas para las clases bajas y culpaba a la “pobreza”
de Francia de ser el fruto de su clima templado y suele fértil:
“Puesto que siempre se observa que, en años de escasez, aunque ésta no sea extrema, los pobres trabajan más y, en realidad, viven así mejor.”
El reverendo Joseph Townsend creía que restringir el acceso
a la comida era una buena medida:
“La represión legal directa de los vagos… require demasidos problemas, violencia y ruido, … mientras que el hambre no sólo es una forma de presión pacífica, silenciosa y persistente, sino también la forma más natural para motivar la industriosidad, provocando el más poderoso esfuerzo. … El hambre, que forja los animales más fieros, les enseñará decencia y civilidad, obediencia y subyugación, a los hombres más brutales, obstinados y perversos.”
Patrick Colquhoun, un comerciante que fundó la primera “policía
preventiva” para evitar que los obreros portuarios hurtaran mercaderías y se
contentaran con sus míseros salarios, nos da la explicación quizá más lúcida
acerca de cómo el hambre y la pobreza se correlacionan con la productividad y
la creación de riqueza:
“La pobreza es el estado y la condición de la sociedad en que el individuo no puede acumular trabajo o, en otras palabras, no tiene propiedad o medios de subsistencia sino los que se derivan del ejercicio constante en la vida de la industria en sus ocupaciones diversas. Por lo tanto, la pobreza es el ingrediente más extremadamente necesario o indispensable de la sociedad, sin el cual las naciones y comunidades no podrían existir civilizadamente. Es la herencia del hombre. Es la fuente de la riqueza, dado que sin pobreza no podría haber trabajo; no habría lujos ni refinamientos ni confort ni posesiones para quienes gozasen de la riqueza.”
El resumen de Colquhoun es tan explícito que merece ser
repetido. Puesto que lo que fue cierto para los campesinos ingleses tal vez es
cierto también para nosotros:
“La pobreza es el ingrediente más extremadamente necesario o indispensable de la sociedad … Es la fuente de la riqueza, dado que sin pobreza no podría haber trabajo; no habría lujos ni refinamientos ni confort ni posesiones para quienes gozasen de la riqueza.”
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*Yasha Levine es el editor fundador de The eXiled.
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